¡No!- fue lo que gritó y al momento que abrió los ojos y esa oscuridad densa, pesada e impenetrable lo cubría."Será un sueño"- pensó, y de serlo era el más extraño que había tenido, pero de todos modos volvió a dormir.
Su cama se volvía a mover bruscamente, tanto que trató sentarse, pero al levantarse unos centímetros, chocó tan fuerte que se tumbó a la fuerza y pudo sentir que una herida reciente volvía a sangrar. Esta vez confundido y mareado no podía dormir, todo era muy extraño trataba de buscar alguna luz que le sirviera de guía, pero era en vano, la oscuridad se tendía sobre él, casi sin dejarlo respirar. De pronto, los recuerdos se hacían presente en aquella oscuridad infinita, la imagen de aquella mujer que suplicaba por vivir antes de caer sin volver a levantarse, su sangre en sus manos, esa sangre que nunca le obedeció. Mas estaba tranquilo, nadie lo condenaría, nadie se enfrentaría a su poder por una bastarda esclava, de eso estaba seguro. Sus pensamiento fueron interrumpidos por las voces de un par de hombres que conversaban a lo lejos y que al parecer trabajaban labrando la tierra, abriendo sus entrañas. No le dio importancia y mientras recobraba las fuerzas para pararse, siguió sumergido en sus recuerdos. Aquel día fue largo y estaba orgulloso por lo que había hecho, pues se sentía en lo correcto; él mandaba, él ordenaba y él decidía la vida de ella, para algo pagó por esa negra. Al pasar de las horas de aquel día las nubes del cielo se fueron cerrando, anunciando lluvia y en efecto podía sentir las gotas caer sobre el techo, y comenzaban a colarse hasta caer sobre su rostro, momento en el que pudo ver en sus recuerdos que la noche no había llegado, que nunca tuvo oportunidad de llegar a su, ahora, vacío hogar, en el medio del gris de la tarde dos largas sombras lo derribaron.
De un instante a otro, sintió como lo levantaban, pero no era su cama. Trató de extender sus brazos, pero siempre chocaban con la húmeda madera. Por más intentos que hiciera, todo era en vano, hasta que se sintió caer, sólo duró un segundo, pero su lecho crujió al impactar con las piedras y comenzó a mojar su espalda con la posa de agua y barro en la que había caído. De un momento a otro, el ruido de las gotas, pasó a ser piedras y tierra sobre el techo de su supuesta habitación, las gotas de lluvia se transformaron en pequeñas gotas de lodo.
"Muchos mañana dirán tu nombre, pero ninguno condenará tu ausencia, espero que jamás descanses en paz"- fue lo último que escucho de uno de esos hombres.
Sus gritos se ahogaron en las entrañas de la tierra que manchó con sangre; nadie lo ayudó, ¿cómo hacerlo?. Esta vez la única testigo era la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario